piątek, 11 kwietnia 2014


Del 3 al 7 de marzo nuestra hermana,  Ascensión Redondo  estuvo con nosotras para compartir el seminario  “Profetismo en nuestros fundadores y Justicia, Paz e integración de la creación”;  a simple vista parecía qué eran dos temas diferente, sin embargo a medida que íbamos avanzando en la reflexión estaba claro que el profetismo y la justicia van  de la mano.  Como diría en un artículo escrito por Faustino Vilabrille “Donde hay una injusticia allí tiene que haber un profeta”. 


 Partimos de la experiencia del profetismo en el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, teniendo claro qué los rasgo del profeta, son iguales en todos los tiempos. Son hombres y mujeres qué: Hablan de parte  y en nombre de Dios.
Su mensaje tiene como objetivo anunciar y denunciar las injusticia, provocando en los que escuchan una conversión.  En un principio nadie quiere escuchar al profeta intentado desvirtuar su mensaje,  todos los profetas saben que su mensaje trae consecuencia como es  el martirio.  Su mensaje es verás porque detrás nace   y se alimenta de una vida mística y del contacto cotidiano con el Misterio de Dios


 Sabemos que el profeta por excelencia Jesús, el centro de  su experiencia y  anuncio lo ocupará el  “Reino de Dios”, Jesús testimoniará con su vida, que Dios es el Dios de la vida, preocupado de que sus hijos tengan  una vida digna y justa.   Sufre  al ver la distancia que hay entre el sufrimiento de la gente desnutrida y enferma, y la vida sana que Dios quiere para ellos.


También  nuestros fundadores se sintieron envidados  y mensajeros de Dios,  cercanos al pueblo.  Ambos desde su propia  identidad carismática, denunciaron  los males que afeaban el rostro del a Iglesia, pero al mismo tiempo, anunciaron  el camino que la Iglesia debía seguir para conformar la realidad con el proyecto  evangélico de Jesús: La Reforma, la Nueva misión, la Nuevas orden, los nuevo Apóstoles. No sólo detectaron los males  que amenazaban a la Iglesia de su tiempo, sino también supieron  aplicar los medios más oportunos y eficaces para restaurar su hermosura, cada uno  (París y Claret) desde su propia vocación peculiar pero siempre en estrecha y  en mutua colaboración.

Hoy dentro de la Iglesia la Vida consagrada está llamada a reavivar el espíritu profético, lo importante no es repetir  y conservar sino  abrirnos al futuro, lo decisivo no es la observancia sino el seguimiento de Jesús, no es la estructura  sino el Espíritu profético, no es le numero sino o la calidad  de vida evangélica que irradia la comunidad. La renovación que necesita hoy la Iglesia no vendrá por vía institucional, sino por caminos abiertos por le espíritu profético.




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